Una vida sin examen
De lunes a viernes se levanta en la mañana, se alista para ir a la escuela, toma un autobús lleno de gente con la cual comparte la misma expresión de somnolencia y durante el camino piensa en las cosas que debe hacer el resto del día.
Seguramente tendrá que hacer alguna tarea, ayudar en algo a su mamá, pasear al perro, lavar los trastes o cualquier otra cosa y después, llegará su preciado tiempo libre.
Diferentes opciones tendrá para ocupar ese tiempo en el que él decide que hacer. Porque él es quien decide, ¿no? Puede adelantar tareas escolares, ejercitarse un poco, visitar a un amigo, ordenar su habitación, escuchar algo de música o leer un libro; o puede hacer lo que hace casi todos los días con su tiempo libre, sentarse en su sillón y ver la televisión.
Comedias, deportes, noticias, videos musicales, programas policiacos, documentales o caricaturas, y por supuesto, comerciales. Un repertorio de anuncios publicitarios tan extenso como variado, mostrando cientos de productos de muchísimas marcas diferentes, intentando influir en su percepción de las necesidades, trastornando sus ideas para hacerle creer que quiere algo, que desea ese producto, que lo necesita, que cierta marca es mejor que la otra y que, entre más dinero gaste en ese producto o servicio, será más popular, tendrá mejor apariencia, sus problemas se resolverán inmediatamente, o simplemente será más, mucho más feliz que las personas que no lo tienen.
Eventualmente, él consumirá alguno de estos productos, no importa si son muchos o pocos, probablemente entre ellos se encontrará alguno que realmente no necesita, que no es indispensable para continuar con su vida y que ocupa el espacio de algo con lo cual sí valdría la pena contar.
El no será un caso único, es parte de una sociedad constantemente atacada por la publicidad en todas partes, una sociedad conformada por consumidores que son ridículamente fáciles de convencer y manipular para hacerlos llegar a consumir excesivamente, y que pueden llegar a basar su estabilidad emocional en la cantidad de cosas que poseen y en la cantidad de dinero del que disponen para comprar otras cosas más.
Pero, ¿cómo es que llegamos a esto?, ¿qué acaso no somos los tan superiores seres humanos capaces de razonar y comprender?, si somos tan listos como creemos ¿no significaría que el gran “homo sapiens” se daría cuenta de que está siendo manipulado?
El creador del psicoanálisis, el neurólogo austriaco Sigmund Freud, afirmaba en sus tesis que todos tenemos una región en alguna parte del cerebro donde se almacenan las experiencias de nuestra vida, a la que llamaba subconsciente, y que muchas de las actividades más simples que realizamos todos los días se llevan a cabo inconscientemente.
La publicidad se apoya en esas afirmaciones para plantar en las personas la idea de consumir un producto. Busca hacernos creer que sin los productos que se anuncian no podremos superar la mediocridad o lograr algún objetivo específico, y por lo tanto no podremos ser felices: Si no tienes cierto teléfono celular o aparato electrónico no serás popular entre tus amigos, si no bebes agua embotellada de cierta marca no podrás mantener tu apariencia, si no usas la misma ropa deportiva que algún jugador de fútbol estrella tu rendimiento físico será menor, si no compras en determinada tienda, el dinero de la quincena no será suficiente para cubrir todas tus necesidades.
Lo increíble es que la gente cae redonda ante estas falsas promesas porque creen que así se acercarán al tipo de personas que la publicidad nos enseña que debemos ser: ricos, jóvenes, atractivos, elegantes, etc.
Las empresas utilizan a la publicidad como vehículo para ofrecernos sus productos pero, ¿cómo llegan los mensajes hasta nosotros?
Los medios de comunicación, nuestra herramienta más importante para obtener información, son la forma en que la publicidad llega hasta nosotros. La creciente necesidad de estar informados sobre los acontecimientos relevantes de todo el mundo nos hace depender cada vez más de las tecnologías de la comunicación; medios masivos como la radio y la televisión tienen espacios publicitarios que interrumpen su programación para anunciar productos y servicios, esto genera una ganancia importante para las compañías radiodifusoras y televisoras, los periódicos, páginas de internet, etc.
El impacto que tienen los medios de comunicación en el consumismo es enorme, y el impacto que tiene el consumismo en nuestras vidas es de igual o incluso mayor magnitud, nos convierte en simples consumidores potenciales, nos desindividualiza, nos hace vulnerables pues altera nuestra percepción y anula nuestra capacidad de razonar y cuestionarnos si todo lo que nos están diciendo es verdad o si podemos estar siendo engañados o manipulados de alguna forma.
El consumismo nos hace “comprar cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos, para impresionar a personas que no nos agradan” 1
No dejemos que esto nos ocurra a nosotros, no permitamos que alguien más controle la forma en que vivimos, cuestionemos si lo que estamos haciendo es lo que de verdad deseamos hacer o si solo estamos imitando las conductas que observamos en televisión sin siquiera notar que nuestra humanidad está siendo mutilada.
Los productos que consumimos están hechos de los recursos naturales de nuestro planeta, productos producidos en fábricas cuyos desechos contaminan el ambiente, productos probados en animales antes de ser lanzados al mercado.
¿Hasta cuándo entenderemos que no somos lo dueños de este planeta?, ¿hasta cuándo dejaremos de tener esos delirios de grandeza y de creer que todo gira alrededor de nosotros?, ¿podremos algún día escapar todos de nuestra ignorancia?
“El hombre es un animal racional” dijo Aristóteles, pero, si la capacidad de razonar es lo que nos separa de los demás animales, ¿cómo podemos siquiera intentar justificar nuestro autoconcepto de superioridad cuando no utilizamos la razón en nuestras acciones?
Una persona que no utiliza su razón y que no lleva una vida de análisis, no se da cuenta de su potencial como ser humano.
“Una vida de análisis es aquélla en la que tienes deseos de entender las cosas, pues uno es curioso y busca la verdad. No aceptas las ideas así como así, por el solo hecho de que sean populares o provengan de algúna tradición y no te da miedo formular preguntas.” 2
Intentemos siempre pensar más allá, despertar en nosotros la curiosidad y el ingenio que tantos avances le han dado a la humanidad, no permitamos que nuestra vida siga avanzando sin tener un sentido, realicemos acciones que toquen a otras personas de manera significativa, obtengamos el mayor provecho de nuestras cualidades como humanos.
“Una vida sin examen no vale la pena de ser vivida” 3, confiemos en que Sócrates tuviera razón con esta frase, que aunque un poco fuera de su contexto original, nos otorga una herramienta con la cual podemos juzgarnos a nosotros mismos, ¿Nuestra vida vale la pena de ser vivida?; ¿Si?; ¿Qué estoy haciendo para demostrarlo?.
Las respuestas a estas preguntas tendremos que encontrarlas por nuestra propia cuenta, pero, si en algo te puedo ayudar y aceptas un consejo, estoy casi seguro de que no las vas a encontrar sentado frente al televisor.
1.- La frase la escuché por vez primera en Fight Club, película de David Fincher de 1999 basada en la novela homónima de Chuck Palahniuk, la cual les recomiendo mucho por la estrecha relación que tienen algunas partes de la trama principal con el tema del consumismo. Aunque al buscarla posteriormente encontré que se le adjudica al autor Dave Ramsey en The Total Money Makeover.
2.- La Filosofía de House, William Irwin y Henry Jacoby
3.- Apología de Sócrates, Platón.